En alguna ocasión nos hemos encontrado la situación. Vamos paseando con nuestro perro por la calle cuando, de repente, nos sobresaltan los ladridos y los golpes sobre los cristales (arañando con las patas o dando con el hocico) de un perro que va en un coche, luego le siguen las voces del conductor tratando de hacerse con el control del perro.
En los tiempos que corren, con el volumen tan alto de vehículos circulando, la velocidad a la que se circula y la complejidad del tráfico, tener una distracción adicional que nos exige fijarnos en pequeños detalles extra del entorno (¿hay algún perro en las proximidades?) tan sólo ayuda a incrementar nuestros niveles de estrés y a estar siempre al filo de un sobresalto (o un accidente). Así que, si nuestro perro se comporta de ese modo cuando viaja en coche, lo mejor será que seamos conscientes del problema y nos esforcemos por solucionarlo antes de que la situación se complique.
CAUSAS
Por lo general, este tipo de comportamientos del perro se debe a:
- Altos niveles de excitabilidad, nuestro perro anticipa el destino final (el parque) y no es capaz de controlarse. Por ejemplo, perros que ladran desde el coche a otros perros, en las proximidades de la zona de suelta, cuando estamos rodeados de zona verde o boscosa, nuestro perro se encuentra en una situación de alta excitabilidad anticipando la suelta. En muchas ocasiones, éste es el origen del problema, que luego termina por generalizarse a otras situaciones cotidianas, nuestro perro se encuentra en un estado de alto nivel de excitabilidad y cualquier estímulo adicional dispara su reacción, ladra para aliviar sus altos niveles de estrés confiado en que eso ayude a resolver la situación (tal vez en la creencia o convicción de que se llega antes al destino final, los otros perros se alejan, etcétera.
- Aprensión. Inseguridad, ante la imposibilidad de salir corriendo, restringido en la parte trasera del vehículo, la única posibilidad que le queda es “defenderse”, avisar de su presencia, tratando de marcar una distancia de seguridad y anunciando su disposición a defenderse si se ve obligado a ello. En ocasiones, este comportamiento es fruto de una pobre socialización y pobre habituación a otros perros en la etapa de cachorros o tal vez a alguna mala experiencia con congéneres en la etapa adulta.
- Nerviosismo. Típico en aquellos perros con un alto grado de reactividad ante los estímulos del entorno. Son perros que ante cualquier pequeña alteración del entorno se activan, hasta con una mosca volando, y el viaje en coche supone un bombardeo de estímulos que se suceden a gran velocidad, en un corto espacio de tiempo, mucho más de lo que pueden soportar sus nervios, así que todo se va acumulando y al final toda esa presión tiene que salir y se dispara ante la presencia de los perros que ve en el exterior.
- Protectividad y/o caza. Siente su espacio invadido por el acercamiento de otros perros, “se percata de que al ladrarles cuando están demasiado cerca consigue que perciban su error y se alejen (a la misma velocidad que se habían acercado, salvo que tengamos la mala suerte de que el semáforo esté en rojo). Las presas potenciales se mueven a mayor velocidad y eso le estimula con más fuerza par iniciar la persecución, que tiene que aplazar por estar restringido, por lo que comienza a ladrar para avisarnos de que es el momento de salir.
- Frustración, ve zonas verdes, otros perros y no puede alcanzarlos por lo que no es capaz de contenerse y comienza a ladrar “demandando” que nos demos prisa, que no aguanta más.
La gravedad del problema estará marcada por la frecuencia y la intensidad del comportamiento de nuestro perro, además de si el comportamiento se ha generalizado, lo ofrece en todas las salidas en coche o tan sólo en momentos puntuales o en zonas específicas.
CÓMO CORREGIRLO
Para lograrlo podemos ayudarnos de:
- Jaula de transporte, que cubriremos con una manta o paño grande para lograr que el perro no reciba los estímulos visuales (otros animales en el exterior) que desencadenan su reacción. En el interior podemos colocar juguetes rellenos de comida para que pueda mordisquear y aliviar la tensión que le produce esa espera por llegar pronto al final del viaje (mordisquear “chicle” es un modo de aliviar la tensión).
- Antifaz para perros, muy similar al que se utiliza en los caballos con altos niveles de reactividad. Está elaborado con una tela que permite pasar la luz y el perro puede ver las formas. Se consigue un aplacamiento del perro al disminuir el número de estímulos que recibe. Si el tamaño de nuestro coche no tiene capacidad para instalar la jaula de transporte, el antifaz es una alternativa a considerar.
- Evitar juegos de lanzamiento de pelotas u otros juguetes que consolidan ese comportamiento de persecución, de los objetos que se mueven, en nuestro perro.
- Un ayudante que viaje con nosotros y se encargue de atender al perro será de gran ayuda. Se esforzará por mantener ocupado y entretenido a nuestro perro en actividades incompatibles con mirar por la ventana y ladrar. Es importante que nuestro ayudante esté centrado en atender a nuestro perro, anticipando posibles situaciones que puedan desencadenar la reacción, interpretar el lenguaje del perro para parar la reacción a los primeros síntomas.
Todo esto nos ayudará a controlar y reducir los estímulos que recibe nuestro perro y a disminuir su reactividad. Una vez más, recordaremos que nuestros gritos y demás intentos desesperados de control (al volante en esta ocasión) no le enseñan nada al perro y tampoco nos ayudan a resolver el problema.