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La aventura polar de Peary (yII)

Índice

La expedición la formaban diecinueve trineos tirados cada uno por siete perros groenlandeses.

Cada trineo llevaba la siguiente carga: en la parte inferior una hilera de cajas metálicas con cierre hermético, pintadas de rojo. Contenían comida para los perros. Encima colocaban dos hileras de cajas azules donde guardaban la comida para los hombres. Sobre ésta superponían otras dos hileras de botes con bizcochos. Sobre ella algunos bidones de alcohol o petróleo para los infiernillos que utilizarían para calentar la comida y derretir el hielo con el fin de obtener agua potable. En el mismo nivel colocaron un buen número de botes de leche condensada.

Finalizaban la carga los esquís y las raquetas para caminar por la nieve, hachas con picos, cuchillos de sierra para la construcción de iglúes, botas de recambio y pieles de abrigo.

Tras cuatro días de marcha, el cielo continuaba cubierto y una fuerte nevada castigó a hombres y perros, mientras soportaban una temperatura de 27º C bajo cero. Por fortuna para ellos, el 11 de marzo amaneció soleado y calmoso, pero el mercurio descendió hasta marcar 40º C bajo cero. A pesar de todo, los perros, con su inagotable caudal de potencia, siguieron empleándose a fondo y pronto alcanzaron el paralelo 84º N, tras recorrer en esta última etapa algo más de veinte kilómetros.

EN LAS CERCANÍAS DEL POLO

Aunque la primavera estaba ya en puertas, la temperatura, lejos de suavizarse, siguió manteniéndose con valores similares a los registrados en jornadas precedentes.

Por esa fecha la expedición la componían dieciséis hombres, cien perros y doce trineos. El 15 de marzo se encontraban ya al norte del paralelo 85º. Esa noche, mientras los esquimales construían los iglúes para pernoctar, Peary reunió a sus colaboradores y les expuso su estratégico plan para alcanzar el Polo. A partir de entonces, y de forma paulatina, irían regresando al campamento base los hombres y grupos de trineos tirados por aquellos perros que se encontrasen en peores condiciones físicas que, de acuerdo con el plan trazado por Peary, no continuarían hacia el Polo.

Los días 3 y 4 de abril, a pesar del rigor de las bajas temperaturas, los cuarenta perros hicieron un gran trabajo y alcanzaron grandes velocidades de marcha, ayudados por el excelente estado del hielo, que presentaba una superficie prácticamente plana y muy dura. No obstante, al finalizar la etapa de este último día, Peary se vio obligado a sacrificar aquellos ejemplares que por esa fecha se encontraban en peor estado físico. Como en otras ocasiones, su carne alimentó los necesitados estómagos de sus compañeros de traílla. Durante estos dos últimos días hicieron etapas de diez horas, que recorrieron casi sin descanso. El día 5 avanzaron hacia el Norte cincuenta y seis kilómetros para lo que emplearon doce horas. Pararon una sola vez a mitad del trayecto para disfrutar de un breve pero merecido descanso, mientras tomaban algún reconfortante alimento. La temperatura era entonces de 40º C bajo cero.

POR FIN EN EL POLO

El 6 de abril de 1909 estaban tan cerca del Polo que lo tenían, como quien dice, a la vuelta de la esquina. A las diez de la mañana Peary y sus acompañantes iniciaron la que sería su última etapa hacia el Norte. A las seis de la tarde por fin se encontraban ya en él. Era el momento supremo que Peary había soñado durante casi dieciocho años. Tras el intercambio de emocionados abrazos y saludos los victoriosos exploradores izaron cinco banderas: la estadounidense, la de la Liga de la Armada, la de la Cruz Roja, la insignia mundial de la Libertad y la Paz, así como la de la Asociación Delta-Kappa-Epsilón. En los 90 grados de latitud Norte establecieron un campamento al que pusieron el nombre de «Morris Jessup Camp» en honor y recuerdo del presidente del Peary Artic Club, que en tantas ocasiones había sufragado las anteriores expediciones árticas de Peary. El momento fue así descrito por Henson en su relato de la expedición, publicado tres años más tarde: «… Y observando la resolución de su gesto, me di cuenta de que estaba satisfecho, y supe que el viaje había terminado. Sintiendo que el momento había llegado retiré el guante de mi mano derecha y me fui a felicitarle por el éxito de nuestros 18 años de esfuerzos».

A continuación Peary colocó en un canal de agua una botella en la que introdujo un trozo de la bandera de los Estados Unidos y un breve relato de su viaje, en el que daba gracias al Peary Artic Club de Nueva York, bajo cuyos auspicios había conseguido «este premio geográfico para honra y prestigio de los Estados Unidos de América». Hasta el día de hoy nadie ha encontrado la botella.

EL VIAJE DE RETORNO

El miércoles 7 de abril abandonaron el campamento y emprendieron a marcha forzada el camino de vuelta hacia el Sur, en dirección a Cabo Columbia. Después de dos días de marcha se encontraban ya en el paralelo 88º N. Hasta llegar a este punto tuvieron que avanzar bajo los rigores de una fuerte tormenta de nieve, soportando una temperatura de 20º C bajo cero. Siete días más tarde ya habían alcanzado la latitud 85º 8’ N, es decir, a tan sólo doscientos kilómetros de Cabo Columbia.

Durante la segunda quincena de abril la meteorología los premió con buen tiempo y cómodas temperaturas.

Las etapas eran de dieciséis horas cada veinticuatro.

Cuenta Peary en su diario que los perros, más que trotar galopaban por la inmensa planicie de hielo que se extendía ante ellos.

En el viaje de retorno tuvieron la suerte de encontrar los iglúes que construyeron en el viaje de ida, que además de refugio les sirvieron de puntos de referencia durante la marcha. Finalmente, el 23 de abril los seis expedicionarios llegaron muy desfallecidos a tierra firme. Se encontraban ya en la isla de Ellesmere.

Habían pasado más de dos semanas desde que abandonaron el Polo.

Fue así como lo describió Henson en su relato: «Cuando alcanzamos tierra era la mañana del 23 de abril de 1909, casi diecisiete días después de haber dejado el Polo, 17 días de fatigas, precipitación y miserias, imposible de explicar. Nosotros que lo experimentamos, lo recordamos como una horrible pesadilla que me resulta imposible describir».

Estudios recientes llevados a cabo en los últimos años por Robert Bryce, experto en historia de expediciones al Ártico, revelan que a Peary le faltaron doscientos metros para alcanzar el punto geográfico exacto correspondiente a la latitud 90º Norte. El primero en llegar exactamente al Polo Norte geográfico fue el explorador Vilhjalmur Stefansson en el año 1916, con la ayuda de buenos perros de trineo. En cualquier caso, tanto los perros que acompañaron a Peary, como los que hicieron posible la hazaña de Stefansson se portaron hasta el último kilómetro, hasta el último metro del largo y penoso recorrido como verdaderos titanes del hielo.

La aventura polar de Peary (I): Desde Nueva York a Cabo Sheridan.



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