El médico alemán Hans Heinrich Reckeweg en el año 1955 planteó el concepto «homotoxicología» como una formula unificadora, basada en la homeopatía, en su intento de llegar a una síntesis con la medicina tradicional o alopática.
Para él era necesario evitar los daños causados por la alopatía, en particular el daño genético producido por el amplio uso de quimioterapias que afectan a grandes sectores de la población y que son también ampliamente responsables de las enfermedades degenerativas, no queriendo decir que siempre sean negativas en su empleo, pero sí muchas veces usadas de mala manera.
Una de las observaciones fundamentales de la homotoxicología, es la convicción de que las enfermedades son expresiones de una lucha del organismo humano o animal, en contra de toxinas endógenas y exógenas, representada en el intento del cuerpo por compensar las lesiones provocadas por dichas toxinas.
Siguiendo este orden de ideas, la homotoxicología emplea medicamentos con principios homeopáticos que pueden ofrecerse en forma individual o combinada (en caso de atacar síndromes más complejos).
Dichos preparados pueden contener productos
procedentes de tejidos y órganos de animales,
productos patológicos (nosodes), oligoelementos,
catalizadores, plantas, minerales, medicamentos
alopáticos homeopatizados, toxinas diluidas, etcétera.
Fundamentalmente los medicamentos homeopáticos y homotoxicológicos funcionan a través del principio de la similitud (similia similibus curentur, lo similar cura lo similar); se trata, pues, de una selección de medicamentos en base a la analogía entre su modo de acción y los síntomas objetivos y subjetivos de la enfermedad, es decir, que si un perro tiene un proceso alérgico e inflamatorio, un medicamento hecho a base de abejas (apis) en altas diluciones, lo puede mejorar.
De otra parte, el otro gran principio que los rige es el de la dosificación infinitesimal, es decir, manejada a través de diluciones sucesivas del principio activo (tintura madre): si tomáramos el veneno de una serpiente en su estado natural, ocasionaría un proceso tóxico agudo que llevaría a la muerte; pero al diluirlo en forma sucesiva, además de ir atenuando su efecto nocivo, lo que logrará es que al usarlo de esta manera creará un efecto en los mecanismos de defensa del paciente, causando un efecto contrario. Casi se podría afirmar que sería como un efecto «antídoto».
Con el surgimiento de este tipo de terapias biológicas, los profesionales de la salud podemos tratar a nuestros pacientes de una forma más ética y humana frente a sus enfermedades, tanto en los animales de compañía como en los de granja, haciendo una producción más «limpia» de los productos para el consumo humano (carne, leche, huevos y subproductos de los mismos), evitándose el riesgo de introducir sustancias contaminantes (antibióticos, químicos y hormonas), que afectan la salud de los animales y los humanos.
Por otro lado, con esto no pretendo decir que la medicina tradicional se deba dejar de ejercer, sino más bien que la podemos seguir ejecutando, pero de una forma racional, midiendo los efectos que pueda generar a corto, mediano y largo plazo en la salud de nuestros pacientes. Si la combinamos con las medicinas biológicas, podremos reducir las dosis y los efectos que los medicamentos alopáticos puedan generar en el caso de no poder evitar su uso. Pero también brindan una gran ayuda usándose solas y sobre todo en los casos de enfermedades crónicas y degenerativas como lo es el cáncer.
En nuestra práctica clínica hemos tenido excelentes resultados en el tratamiento de enfermedades degenerativas de tipo articular, enfermedades virales y bacterianas mediante el empleo de medicamentos homotoxicológicos que estimulan los mecanismos de defensa, y en el caso de gatos y perros seniles con estados cancerosos hemos logrado proporcionar una mejor calidad y cantidad de vida a estos animalitos, sobre todo evitando muchas de las complicaciones y el sufrimiento que comparten con sus propietarios
Estos medicamentos vienen en diversas presentaciones y formas de aplicación. La gran mayoría vienen en gotas para suministrar oralmente, las cuales se pueden dar directamente en la boca del perro o mezcladas en el agua de bebida; otras vienen en soluciones inyectables, tabletas, ungüentos y supositorios…
Texto: Doctor Óscar Alexander Roa Acosta (M.V.-ULS).